Esta semana he tenido la oportunidad de realizar una entrevista a José Chulvi, alcalde de Xàbia/Jávea.
http://issuu.com/semanal/docs/entrevista_chulvi_color_1570-1571
miércoles, 13 de agosto de 2014
sábado, 9 de agosto de 2014
Viaje al Corazón del Ébola
Mamá, me voy a luchar contra el ébola
Por: José Naranjo | 06 de agosto de 2014
“No es miedo, tengo respeto. Bueno, en realidad sí tengo miedo, pero es más bien miedo a perder la concentración. Somos humanos y aquí no hay margen de error”. Quien habla así es Laura López, una joven enfermera de Mislata (Valencia) que acaba de llegar a Sierra Leona para aportar su granito de arena en la lucha contra el ébola, esa epidemia que está a punto de llegar a las mil víctimas mortales y se extiende por cuatro países de la región. Junto con once compañeros de Cruz Roja Española forma parte del núcleo duro de la Unidad de Respuesta de Emergencia enviada hasta aquí. Este martes, los españoles hicieron un viaje de seis horas desde Freetown hasta Kenema, donde van a levantar un hospital para atender a los enfermos. Este periodista les acompaña durante todo el camino, durante su viaje hasta el corazón del ébola.
La cita es a las diez de la mañana en el hotel Kingdom Family, en la capital sierraleonesa. Este es el punto de partida, el lugar donde han pasado la noche los voluntarios de Cruz Roja. El jefe de equipo, el navarro Joaquín Mencos, y el logista, el grancanario Enrique Suárez, llevan tres días en Freetown organizando todos los detalles. La salida, sin embargo, se retrasa. Falta un vehículo. Pero a las doce está todo listo. Al final son dos 4x4 y una furgoneta, a las que se adhieren las pegatinas con los logotipos de la Cruz Roja, salvoconductos que nos abrirán alguna que otra puerta. Enrique Suárez, un viejo conocido de otras batallas, como el huracán Mitch o la inmigración en Canarias, se queda en la capital terminando de solucionar problemas. En eso nadie le iguala.
Viajo en la furgoneta. Delante, Antoni Martí, de Gandía. Justo detrás, Salvador Martínez, murciano residente en Alicante, la madrileña Irene Blázquez y un servidor. Una fila más atrás, Lucía Benavent, de Alcalá de Henares, la valenciana Laura López y el pamplonés Pablo San Julián. Y cerrando filas, el también valenciano Enrique Villoslada y la doctora toledana Manuela Cabero. En los otros coches se encuentran el ya mencionado Joaquín Mencos, Juan Pablo Arias, de Guadalajara, y la madrileña Pamela Bartlett. Hay un poco de todo. Un profesor de Informática, un policía, un técnico de mantenimiento, enfermeros, una médico, una desempleada…Vidas normales y corrientes hasta que un día llega una alerta al móvil y en unas horas te pones el chaleco de Cruz Roja y sales corriendo a un terremoto, una epidemia de cólera o un brote de ébola como este. Sin pensárselo dos veces.
Circulamos despacio. Las calles de Freetown van quedando atrás y subimos una colina entre baches y obras. De repente, el verde empieza a dominar la escena. Los árboles y la vegetación se asoman a la carretera mientras sorteamos barrancos entre montañas. El paisaje es grandioso. Y la conversación se anima. Algunos casi ni tuvieron tiempo de contárselo a sus familiares, como los padres de Pablo San Julián, que se enteraron por un periódico local que su hijo “se iba al ébola”. Los parientes, los de todos, lógico, se asustaron. “¿No tenías otro sitio donde ir?”, "Pero, ¿no puede ir otro?”. Para muchos, el mero nombre de esta enfermedad es sinónimo de muerte. Y claro, el miedo corrió. Pero también la solidaridad. Según cuenta Antoni Martí, jefe de mantenimiento del Ayuntamiento de Gandía, “en mi trabajo no pusieron ningún problema en que me cogiera vacaciones para poder venir. Se organizaron para sustituirme”.
Entre ellos hay técnicos de Aguas, de Telecomunicaciones, de Salud, de Electricidad. Su objetivo, construir un centro de atención a enfermos de ébola para poder sacarlos del hospital público. Ahora la gente tiene miedo de acudir al hospital, incluso para un parto, sobre todo después de que muriera el doctor Umar Khan, ya convertido en héroe nacional, incluso buena parte del personal se niega a trabajar allí. Es por eso que la idea es separar a unos de otros, evitando así males mayores. Y es que Kenema se ha convertido en el centro de referencia nacional para el tratamiento del ébola, pues buena parte de los contagios se producen en esta zona, conocida como “el triángulo del ébola”, situada muy cerca de la frontera con Guinea y Liberia.
Entre charlas y anécdotas van pasando las horas. Comemos en ruta, sin bajarnos de los coches. El menú: pollo, papas fritas y arroz. Y de postre fruta en abundancia. Nos encontramos varios controles militares, pero los cruzamos sin detenernos. Es la Cruz Roja. No hacen falta presentaciones. De repente, suena una llamada. Desde la Cadena SER en Castilla La Mancha llaman a Manuela Cabero para hacerle una entrevista y le confirman que el padre Miguel Pajares, el religioso español que se encontraba en Liberia a la espera de los resultados, tiene ébola. Todos se preocupan. “¿Qué pasará?”, “¿Será repatriado?”. Todos saben que esta noticia puede llevar aún más inquietud a sus familias, allá en España. En un instante, la certeza del riesgo al que se van a enfrentar se hace más real, más palpable.
Por fin, Kenema. A la entrada del pueblo, un gigantesco cartel con la frase: “El Ébola es real”. Y tanto que lo es. Un total de 887 muertos y 1.603 casos en cuatro países avalan esta afirmación. Unos pasos más allá un sonriente y gigantesco preservativo nos da también la bienvenida. “Soy el señor Condón, cree en mí, úsame. Te protegeré”, nos dice. Hasta ahora, el SIDA era una de las grandes preocupaciones sanitarias. Ahora el ébola llena todas las conversaciones, monopoliza todos los miedos. Kenema, sin quererlo, se ha convertido en el corazón de la atención a los pacientes contagiados por el virus, a donde llegan procedentes de 11 de los 12 distritos del país. Y es que no muy lejos de aquí, en la vecina Guinea Conakry, cerca de un pueblo llamado Gueckedou, empezó todo hace ocho meses.
Los tres vehículos se dirigen hacia el centro pastoral, una especie de finca de retiro que posee la Iglesia. Allí pasarán la noche mientras siguen buscando, en coordinación con las autoridades sanitarias nacionales, un terreno adecuado para construir su hospital. “Nos llevará tiempo, por lo menos unas tres semanas”, asegura Joaquín Mencos, “no podemos atender pacientes sin que esté todo listo. Y hay que tener en cuenta muchas cosas, no podemos dejar un cabo suelto”. Este grupo de españoles, al que se han sumado voluntarios de otros países, como Escocia y Noruega, ha dado un paso al frente y se ha puesto el mono de trabajo en el terreno para hacer frente a un temible enemigo. Deberán seguir un estricto protocolo de seguridad para evitar contagio y serán instruidos por el personal de Médicos sin Fronteras, auténticos especialistas en esta epidemia, para levantar su hospital. “Ahora, a trabajar”.
Este miércoles, tres miembros del equipo, en concreto técnicos de Aguas, Electricidad y Telecomunicaciones, se han trasladado ya a Kailahun, donde se encuentra el centro de atención a enfermos de ébola de Medicos sin Fronteras, para comenzar a tomar buena nota de la infraestructura necesaria para montar un hospital. El resto del equipo, sobre todo los sanitarios, comenzaba una formación de la Organizacion Mundial de la Salud sobre los protocolos de seguridad y la manera de tratar a los enfermos. Ya estan en marcha.
martes, 5 de agosto de 2014
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