lunes, 18 de noviembre de 2013

Una pieza de mi infancia


Mi infancia no estuvo demasiado marcado por los cuentos. 
Quizás por esa falta es lo que más veo que me falta y puede hacer falta a los otros niños.
Mi madre, que era le que se encargaba de la familia en el ámbito doméstico, era la que solía inventarse las historias. Retrocediéndome a los años, los personajes que me marcaron fueron: el hombre del saco y las adorables clásicas Blancanieves, Cenicienta y Caperucita Roja. Aunque me los contaron no entendí cuentos como El Mago de Oz, Mary Poppins, Peter Pan, etc. Era como si el momento en que me los contaron o los vi en película no fuera el momento adecuado. El desfase temporal entre el cuento y la edad del receptor es un punto importante a tener en cuenta. Por aquellos años irrumpía con fuerza la televisión en todos los hogares. Era la década de los años setenta. Se emitían series como Pipi Calzaslargas o Heidi. Los Picapiedra me divertían... Sin embargo no fue hasta más adelante cuando descubrí lo que realmente me enamoró. Sucedió mucho más tarde y resultó preferible que hubiese sido así, pues durante la niñez no lo hubiera apreciado como se merecía. Había escuchado hablar muy bien de él, pero hasta que no lo leí varias veces, no lo entendí. Me enamoré inmediatamente. "El Principito" llegó a mi vida. "Quiero llegar a ser Antoine de Sant Exupery"- dije y continúo diciendo hoy en día. El Principito: Es el personaje principal del libro. Vive en un pequeño planeta que podríamos identificar, no como un planeta, sino como su propia vida; el resto de planetas que visita, haciendo preguntas que no interesan a los adultos, son en realidad las vidas de otras personas que conoce. Con la descripción de su pequeño planeta trata de hacernos reflexionar acerca de la inocencia del personaje y de lo mucho que le falta por vivir y aprende.

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